Las imágenes y los versos revelan al cuerpo como territorio del dolor y de la resistencia.
Erandi Avalos / La Voz de Michoacán
Señor, ¿cuál es la razón para registrar tan horribles escenas? —preguntó su sirviente a Francisco de Goya y Lucientes, luego de haberlo acompañado a bocetar los amargos resultados de los enfrentamientos de principios de mayo de 1808 en Madrid.
—Para tener el gusto de decir eternamente a los hombres que no sean bárbaros —contestó el artista.
Sea o no verdad este diálogo que asegura el escritor Antonio Trueba haber escuchado del sirviente de Goya, lo que sí es seguro es que vivió de primera mano la Guerra de Independencia en España entre 1808 y 1814; y que al más puro estilo de un artista comprometido transformado en reportero gráfico, plasmó sobre 82 láminas de cobre al aguafuerte, buril, punta seca y bruñidor lo visto, escuchado y leído; dejando con esta serie titulada originalmente: Fatales consequencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte. Y otros caprichos enfáticos, en 85 estampas. Inventadas, dibuxadas y grabadas, por el pintor original D. Francisco de Goya y Lucientes, un impactante testimonio. Así como Goya vio y dibujó en su tiempo, Ivan Leroy Ayala ve y escribe en el suyo y fusiona sus poemas con las imágenes de Goya.
El poeta Ivan Leroy tiene la fortuna de poseer una carpeta de esta serie como parte de su exquisita colección de arte, compañera de su selecta biblioteca. Gracias a eso, ha tenido el placer de observar minuciosamente cada trazo de cada estampa cada vez que así lo quiere. Pero Leroy no nos describe ni explica académicamente Los desastres de la guerra de Goya. Él escribe poesía para desentrañar su propio desasosiego al ser testigo no solo de esas estampas, sino también de la barbarie contemporánea que se le presenta en forma de guerra, de invasión, de narcoviolencia, de represión, de desapariciones forzadas, de tiroteos en espacios públicos, del genocidio que no para del todo.
Escribe para sublimar el dolor que esto le provoca y que no se le quede atorado en el cuerpo. Escribe “para que nuestros ojos tengan memoria”.
La historiadora del arte y directora de la Fundación Nancarrow O´Gorman, Adriana Sandoval, escribe al respecto: “En este libro, Los desastres de la guerra, Ivan Leroy de la mano de Francisco de Goya, devela al lector imágenes minuciosas y universales en las que la guerra atraviesa una de las escalas más aterradoras, la del cuerpo, sus pasiones y la condición humana”.
Ese cuerpo —doblegado, mutilado, defendido, amado— es el verdadero protagonista formal tanto en la obra de Goya como en la de Leroy. Cuerpos lanzados a la intemperie del dolor; cuerpos que se aferran a una última chispa de vida; cuerpos que luchan incluso cuando ya no queda nada más por defender. El cuerpo como territorio, frontera, trinchera y vehículo del alma.
En el pasado, el testigo era presencial. Ivan Leroy escribe desde un siglo en el que ya no necesitamos salir de casa para ser testigos de los horrores. Basta con encender un dispositivo para ver caer bombas a miles de kilómetros o para presenciar en tiempo real la ejecución de un civil. “La guerra ya no solo viene hacia nosotros: nosotros también vamos hacia ella”. La tecnología ha vuelto obsoleto el cuerpo presente, pero no ha atenuado el espanto; al contrario, lo ha multiplicado.
Un temblor: eso queda después de recorrer la obra, después de mirar, leer y aceptar que seguimos olfateando la guerra que Goya registró y que, igual que cenizas escondidas entre las brasas, vuelve el incendio a la menor provocación.
El resultado de este encuentro de creadores es un poemario sobrio, intenso, dispuesto a romper algo en el lector. Lo anticipa el poeta Andrés Cisneros de la Cruz:
“Ivan. Y salpica de negro el lienzo. Lo salpica de rojo. A lo largo de estas ochenta intervenciones picto-poéticas, se puede sentir el resquebrajamiento del libro, como esas cosas que se hacen para ser tocadas y desaparecer en lo más profundo de nuestra memoria, como un temblor”.
Dos miradas de tiempos distantes se unen para registrar la barbarie, pero también para mostrarnos que el ser humano sostiene en un puño la capacidad de destruir y en el otro una fuerza creadora que conmueve: ni Goya grabó solo la Guerra de Independencia Española, ni Ivan Leroy escribe únicamente de los conflictos que arden hoy en el mapa. Ambos hablan de lo humano. De nuestra obstinación por no detener la barbarie a tiempo. De esa guerra que huele —como escribe Ivan— “a gato hinchado a punto de estallar”. De esa muerte que “se cansa de que le manden tantos muertos”.
Y de la esperanza testaruda del arte, que insiste en recordarnos que, incluso ante el horror, la poesía sigue siendo un acto de fe. Por eso no sorprende que Los desastres de la guerra sea tanto un homenaje como un llamado. Un libro que pide mirar sin apartar la vista. Que exige memoria. Que recuerda que la violencia no desaparece si la ignoramos.
La presentación oficial del poemario Los desastres de la guerra se realizará el 22 de noviembre de 2025, a las 12:30 horas, en el patio principal del Museo de la Ciudad de México. En la mesa de presentadores nos ofrecerán sus palabras las historiadoras del arte, Adriana Sandoval y quien firma esta publicación; el académico J. Rafael Mauleón, la editora L. Carolina Monroy y el poeta Andrés Cisneros de la Cruz.
Muchos afectos me unen al maestro Ivan Leroy y uno de los más profundos es la devoción compartida hacia ese gigante del arte que supo mirar la oscuridad del mundo sin pestañear. En un momento histórico en el que el inminente cambio global está escrito en el cielo y todo parece tan frágil, los invito a leer-observar este poemario. Aunque duela. Aunque haga temblar de miedo e impotencia. Porque también lleva, escondido entre la sangre derramada, el deseo, la exigencia de que los humanos de una vez por todas ya “no sean bárbaros”.
Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com