Sucedió cuando ya nadie lo esperaba. Había pasado un año desde que la señora Clara sufrió el accidente, cayó desde el balcón de su departamento en el cuarto piso

Saúl Juárez

Sucedió cuando ya nadie lo esperaba. Había pasado un año desde que la señora Clara sufrió el accidente, cayó desde el balcón de su departamento en el cuarto piso. ¿Quiso suicidarse? Quizá ahora podría saberlo porque salió del coma repentinamente, después de dos operaciones para salvarle la vida. Durante todo ese lapso siempre estuvo inconsciente. Pensé que el hospital sería su última morada. Logré verla en un par de ocasiones, no parecía estar muerta, tampoco viva.

La señora Clara es mi madrastra y nunca tuvo hijos. Viví con ella toda la adolescencia y parte de la juventud. No podría decir que nos llevábamos bien, pero tampoco afirmaría lo contrario. Lo único cierto es que prácticamente dejamos de hablarnos cuando mi padre murió. Creo que nos entendíamos con miradas, nunca me dijo con alguna que debía irme del departamento, cosa que ocurrió hasta cinco años después y en buena armonía.

Algunas veces iba a visitarla a su casa, me preparaba una tortilla de huevo. En la última visita, sin  afectación, como si me hablara del clima, me dijo que el mundo ya no era para ella.

—Me sabe mal, me cansa, no lo entiendo, es demasiado grande y no tiene lugar para mí.

La señora Clara nunca me había hablado tanto. Comí con apetito, le dejé algo de dinero y me despedí con una mirada.

Ahora, todavía en el hospital de beneficencia, ha despertado con las facultades mentales intactas. Pronto se hace cargo de que fue operada y del tiempo transcurrido desde la caída hasta ahora. Su mirada mantiene la fuerza y el brillo de siempre.

Cuando le pregunto qué ocurrió, la señora Clara me responde:

—El mundo es demasiado grande para mí.