De las bardas de Morelia a las galerías de París, la artista autodidacta forjó su camino entre el grafiti, la pintura y la resiliencia, creando un universo personal donde lo onírico y lo mágico se funden

José Roberto Morales Ochoa

En el marco de su exposición Adentro. Habitando lo invisible en el Centro Cultural Clavijero pudimos visitar el taller de la artista moreliana Carolina Pavia, donde estuvimos rodeados de su espacio de creación, conocer sus herramientas y todo aquello que es artífice de su creación. Muy de mañana y con café en mano, pudimos conversar sobre aspectos personales de su origen en el arte, su proceso de autogestión y el gran momento en el que se encuentra su carrera artística.

Carolina Pavia, es un fenómeno cultural que a partir de su producción artística se ha vuelto para muchos morelianos una artista predilecta, un ejemplo de perseverancia y disciplina, pero sobre todo hoy es un ejemplo de autogestión. Siento que somos catalizadores de un mundo que no es tangible, reflexiona Carolina Pavia, mientras recuerda el camino que la llevó de pintar sus primeros trazos con aerosol a los 15 años en la colonia Ventura Puente, a preparar su primera exposición individual en París para el próximo año. Su estudio, un santuario de luz y creatividad, es el reflejo de una trayectoria labrada a pulso, lejos de los caminos institucionales y gracias a una férrea autogestión.

Nunca pensé que el dibujo fuera mi carrera, ni de broma, confiesa la artista de 33 años. Aunque el arte siempre estuvo presente en mi familia, mis padres y abuelos me fomentaron – el ballet, el teatro, la danza– sin embargo, al ser alguien que siempre dibujó y pintó, encontró un camino en el ámbito del arte urbano, fue el grafiti, un medio predominantemente masculino a finales de los 2000, el que le dio su primer lenguaje. Mis amigos me prestaron unos aerosoles. Pinté y un amigo me dijo: ‘Oye, pues se ve que se te da’. Sin embargo, el camino no fue sencillo. Nos compartió las dificultades que enfrentó en un mundo rodeado mayormente por hombres, donde la presión sexista fue grande, incluso recuerda amargamente una pareja que rivalizaba con su trabajo. Me dijo: ‘Las mujeres no pintan grafiti, pinta cuadros’. Y lo dejé un tiempo. Sin embargo, esto no duró por mucho tiempo y le ayudó a reconocer su talento, a ser consciente de las dificultades que enfrentaría y ser perseverante en sus propios impulsos creativos.

Fue durante el embarazo de su primera hija y una exposición de grafiti a sus tres meses de gestación lo que reafirmó su vocación. Escuchando la trayectoria de artistas consagrados de esa época entendí que había un lugar para mí. Ahí dije: esto es lo que quiero en mi vida. El contexto familiar y la precariedad económica de ese momento la llevó a trabajos de medio tiempo, pero siempre robándole horas al dibujo. Su primer mural pagado fue en el bar ‘Los 50’s’, usando esténciles, y de ahí una cadena de encargos con lo que comenzó a popularizar su trabajo, las personas la llamaban más y la contactaban para realizarles encargos. Reconoce que algo muy importante fue mostrar su trabajo en medios digitales – Para mí las redes siempre han sido algo magistral, sí, o sea, ha sido algo fuerte, una conexión con el mundo. Nunca lo hice con el propósito de vender mi trabajo, sino algo que simplemente quería mostrar.

Sobre su infancia, influencias y mentores

Carolina Pavia describe su infancia como la forja de una artista rodeada de la influencia creativa de sus padres, quienes siempre fueron testigos de su talento y en todo momento lo alentaron, una niña entusiasta. Carolina cuenta que su creatividad era innata y se manifestaba con lo que tuviera a la mano. Mi madre ha dicho, ‘hija, es que tú siempre has sido como hipercreativa. O sea, yo me acuerdo cómo sacabas cosas de la basura y hacías muñecos’. Me acuerdo mucho de un vaquero que hice con un abanico.

Las dificultades (enfermedad, precariedad) no apagaron su espíritu creativo, sino que, por el contrario, lo intensificaron, obligándola a refugiarse y a construir un mundo interior rico y visual que más tarde se convertiría en la esencia de su obra. Creo que fue también parte de que estuve mucho tiempo enferma. Vi muchas caricaturas y usé mucho mi imaginación... Había mucho en mi cabeza, tenía tiempo. Me internaron en el hospital infantil tres meses... Y no había mejora. Mi mamá se quedaba dormida en los pasillos. Y papá trabajaba de noche... Por un accidente infantil adquirí tifoidea, fue horrible.

Para Carolina Pavia a los 19 años, fue un comienzo importante en La Casa de la Cultura, donde cursó clases de pintura con el artista hidalguense Rafael Flores, un mentor clave que le abrió los ojos al mundo del arte más allá de su contexto local. Sus sesiones de proyección de artistas internacionales fueron una fuente vital de inspiración y conocimiento que le dieron la confianza para entender que su universo surrealista personal tenía valor y un lugar en el panorama artístico. Aunque su tiempo como su alumna fue corto, la semilla que plantó sobre la investigación y la curiosidad por el arte global fue fundamental en su desarrollo.

Carolina recalca que en su camino encontró “ángeles” que creyeron en ella. Un tío lejano le financió su primer curso formal de pintura, al invitarla a pintar murales en su rancho muy cerca de Lázaro Cárdenas, Michoacán; reconocimos que fue su primer mecenas. Fue con ese dinero que llegó al estudio de Verónica Buccio. Ahí la maestra Buccio me dio la técnica y las herramientas formales de la pintura. Entendí muy rápido la colorimetría, la composición; lo digerí como si fuera mi lenguaje, recuerda.

Antes, un encuentro fortuito fue su visita como oyente a la entonces Escuela Popular de Bellas Artes, con la maestra Hélène Trottier fue crucial. Vio unas sirenas siamesas, con cuernos, un personaje muy peculiar que había dibujado y me dijo: ‘¿Qué haces aquí? Tú ya eres artista’. Me regaló un libro de Realismo Mágico y me recomendó con Vero. Esa chispa de reconocimiento fue una motivación importante. Tuve la suerte de que ella creyó mucho en mí desde un inicio.

La artista reconoce que con estos apoyos muy importantes y con su constancia ha logrado los resultados que ha obtenido ahora: Si yo no hubiera trabajado duro, nunca habría logrado abrirme camino. La verdad es que sí, ha habido muchísimo esfuerzo detrás. No fue que alguien me regalara las cosas; más bien, fueron alianzas que me impulsaron, que me tendieron la mano y me sacaron adelante. Ellos sabían bien la situación en la que vivía, ¿sabes? Y de alguna forma, apareció una luz que me hizo encontrar ángeles.

La carrera de Carolina –reconoce– ha estado permeada de un trabajo propio, de autogestión y mucho sacrificio personal, ya que como muchos artistas en el país ha carecido de una educación formal o apoyos institucionales importantes, sino que su trabajo ha sido producto de su talento y trabajo constante de producción artística.

El reconocimiento de su universo personal

Aunque el realismo mágico y el arte urbano la sedujeron –influenciada por la réplica de Botticelli que su mamá tenía en casa–, Pavia siempre guardó esa imagen como una pieza artística que educó de manera inconsciente su mente, como una guía de la belleza, composición e inspiración, pero muy pronto desarrolló un estilo más personal e intuitivo: personajes surrealistas, a menudo fusionados con elementos botánicos, que brotaban de su interior. Los guardé mucho tiempo. Un par de personas me llegaron a mencionar que mi obra se asemejaba como Remedios Varo. Yo lo tomé a mal, pensé que eso era malo, pero la verdad es que siempre fue un estilo que yo desarrollé de manera natural, incluso antes de conocer a otras autoras del movimiento surrealista como Leonora Carrington o Remedios Varo. Hoy se reconcilia con esa herencia intangible. No es que se parezca mi trabajo, es que transmiten lo mismo a ciertas personas. Somos catalizadores de un mundo intangible.

Mirando a profundidad su obra, le plantee la interrogante del porqué sus personajes son híbridos de flor y mujer a lo que la artista moreliana me compartió que sus personajes, representan: la fuerza y la sensibilidad son cualidades de las flores, frágiles y resistentes a la vez, características que he aprendido a tener en mi vida. El ser sensible como mamá y para traducir los mensajes, las emociones, pero también ser un símbolo de fortaleza. Esta entrega total a su universo personal es lo que define su presente, luego de un periodo de intenso trabajo comercial con marcas como Nivea y Mercedes Benz, e incluso para Mon Laferte, para quien creó la imagen del ‘Amárrame Tour’.

De Morelia a París: La proyección de un mundo propio

Cuenta con dos exposiciones previas a la del 2025; en 2016 tuvo una primera exposición individual en el Centro Cultural Antiguo Colegio jesuita de Pátzcuaro titulada “A flor de Piel”, así como otra en el mismo Centro Cultural Clavijero durante 2021, dentro del proyecto de Gran Formato, proyecto titulado SOMA. Cuatro años después, se renueva con una gran colección en este mismo espacio museístico.

El reconocimiento a su genialidad artística no se ha hecho esperar. Su reciente exposición individual en el Centro Cultural Clavijero de esta capital moreliana, “Adentro. Habitando lo invisible” –reconoce la artista que ha marcado un hito– es la primera vez donde ve reunidas en un museo su producción mural, escultórica y pictórica. Hoy esto se detona en un mundo de movimiento en sus redes sociales y el reconocimiento de la gente por su trabajo, mismos que se sienten muy identificados con su estilo y sorprendidos por ese universo, el universo de Carolina Pavia.

Nos comparte sobre cómo se han desprendido para beneficio de ella nuevas oportunidades y horizontes, como una invitación a viajar París para visitar la internacional “Feria Art Basel” –una importante feria internacional con sedes en Basilea, Miami, Paris, Hong Kong–. Durante aquellos días pudo visitar museos y galerías importantes, relacionarse con colectivos artísticos, incluso fue invitada a pintar un mural –su primera obra en Europa– le deparó una grata sorpresa. Fue lo más loco: había gente que me ubica de allá y me preguntaban la dirección para ir a visitar el muro.

Con una exposición ya confirmada en una galería parisina para el próximo año, Carolina Pavia es un ejemplo de que la autogestión y la fe inquebrantable en el propio instinto creativo pueden abrir brecha. Si pudiera hablar con la Carolina de hace veinte años y contarle lo que le espera, creo que ni siquiera lo contemplaría dentro de su horizonte de vida. Jamás habría imaginado que sería capaz de tener un estudio propio, o una exposición en el Clavijero. Esos eran sueños que ni siquiera se veían cercanos, porque todo en su contexto le decía que era casi imposible. Y ahora, poder decir: ‘sí, está sucediendo’, es algo... indescriptible. Simplemente, no hay palabras, concluye, con la mirada puesta en un futuro donde su mundo intangible, al fin, encuentra su lugar en el mundo.

José Roberto Morales Ochoa, agente cultural con especialidad en museografía, museos y centros culturales.

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