La tríada formada por Juan Pablo Arroyo, Sandra Aguilera y Alejandro Sosa llevan una charla íntima para conocer y reconocer vivencias
Rita Gironès / La Voz de Michoacán
Una delicia esta Butaca 39, auténtico regalo para quienes gozan de acercarse al cine desde la experiencia narrada de sus protagonistas. Artistas todos ellos hablando de personajes memorables, de producciones con esmero y de sueños recurrentes, y que escriben con sus voces un confeso manual de entusiasmo cinematográfico. La tríada formada por Juan Pablo Arroyo, Sandra Aguilera y Alejandro Sosa propicia una charla íntima para conocer y reconocer -quedito y sin filtros- el entresijo de vivencias que supone dedicarse a la gran pantalla. Confidencias de una profesión expuesta a constantes obstáculos y, por ende, a la sensibilísima piel de quienes la integran. Queda patente que el cine es un proceso colectivo que genera identidad; que el cine puede hacer mucho por este mundo que se desmorona; y que el cine debe reinventarse dado los nuevos tiempos que corren; pero esta 4ª temporada de podcast ha vertido muchas preguntas, algunas más cercanas a lo existencial que a lo mundano. Algo así como una estela de aseveraciones personales que nos deja turulatos también. Vaya, que la charla amena de un podcast no está reñida con la reflexión. Y lo que le circunda al cine, que muchas veces pasa por ser sólo una vitrina de inmersión, nos presenta esta vez hombres y mujeres preguntándose en voz alta quiénes somos y qué mundo queremos crear haciendo películas
Voces fílmicas de la condición humana
La ventana de un podcast nos permite escuchar no sólo las palabras de los participantes (anfitriones e invitados), sino también sus pausas y ¡albricias! es justo ahí donde nos cautivan. Y va para muestra, un botón.
José Ángel Bichir, actor polifacético de teatro, cine y tv, confiesa sin rodeos que durante mucho tiempo se hizo dos preguntas: “¿Quién soy yo?” y “¿Algún día seré yo mismo y no la suma de los demás?”Desmarcarse de aquello que nos precede (dinastía, como la llama él) no siempre es fácil. Actoralmente, forjar un camino individual es una tarea difícil si te prevalece una familia como los Bichir, que conforman una de las estirpes más famosas del cine mexicano. ¿Y qué sucede cuando las personas que amas te hacen sombra? Pues que debes continuar con este gran viaje hasta sentirte más tranquilo, y ya con más paz responder esto: “No le des voz al ego, tú tienes que concebirte como algo único e individual”. Además, fue por una experiencia cercana a la muerte, que José Ángel fragua de otra manera su identidad y existencia. “A la muerte no hay que temerle, no nos quedemos en el trauma”. Y concluye con una imagen cinematográfica, pero puesta a merced de ese impulso interno que nos termina guiando: “Seamos como un superhéroe, ese que muere y renace, y después regresa con superpoderes”.
La filmación del cortometraje El viaje de Luciano, apoyado por la Comisión Fílmica de Morelia, permitió a Kate del Castillo dejarse cimbrar por un personaje conmovedor. Durante el podcast nos comparte –quizás por única vez- tres palabras que ha quitado de su vocabulario y que no usa por limitantes: sacrificio, arrepentimiento y fracaso. ¡Zas! Esta terna indecible tiene un franco propósito: al principio, solía ser muy dura con ella misma y se juzgaba demasiado, pero con el tiempo aquel tribunal interno ha ido perdiendo relevancia. Lo que sí nos interpela es la pregunta que asomó en algún momento: “¿Qué esperan los demás de mí?” Ay, cuánto pesan las expectativas externas. Por suerte, duran lo que canta un gallo, se trata de hacerse más sensible en este mundo, adaptarse y permitirse ser vulnerable, es ahí donde encuentra su fuerza. Ojo, esto no lo dice Teresa Mendoza, flamante protagonista de La Reina del Sur y rol icónico en la carrera de la artista, sino la mismísima actriz que la interpreta. Su capacidad de síntesis es una maravilla: “La vida es un trancazo donde aprendes un montón.”
El dilema de mí
Para Edgar Bahena, cinefotógrafo y director de El Viaje de Luciano, la pasión, la vulnerabilidad y el poder de contar tu propia historia, crean un mapa sin retorno de su descubrimiento interior. A través de la imagen y de la luz, y en aras de poner voz a su alma (columna vertebral de la historia), el director cinematográfico no escatima en complejidad emocional: “Es así: partir de la huella del dolor”. El impacto duradero de las experiencias dolorosas cabalga a lomos de nuestro alter ego. Entonces, trató de humanizar a ese personaje que no era otro que él mismo, exhibiéndose frente a quien verdaderamente es. Y ahí va la pregunta: Desnudarse completamente… pero, ¿cómo? “Sólo con esas palabras tuyas que deberás irte quitando del alma y las irás depositando en el personaje”. Sin duda, una forma de ceder, un traspaso honrado para aligerar el peso de la carga emocional.
El cine es capaz de contar las cosas como pocos medios de comunicación artísticos hacen. Una mirada, un gesto, una figura atravesando el cañaveral, y la mente del espectador vuela. En pantalla, cualquier bagatela cobra muchísima fuerza. Pero hay actores que redoblan los tambores con sus interpretaciones. Luis Alberti, tiene una sólida carrera que le ha merecido el premio Ariel (2020) por su película Mano de obra. Cuando se le pregunta por la profesión y su enjundia, se muestra sencillo y lo hace parecer fácil: No se trata de convertirse en otro, sino de encontrar nuevas versiones de ti mismo.
Se deslinda del círculo actoral más académico cuando revela su anti-método para ser un buen actor: “Los personajes no se construyen, ellos ya existen en el guion, sólo hay que develarlos”. Para ello, dice, el trabajo del actor es sumar una intención creativa, sumar al estado de conciencia del mundo en que vivimos. Y como si de una cebolla se tratara, el actor va quitándose las capas superpuestas para hacerse eco de un sentimiento colectivo: “Yo trato de sobrevivir. La actuación me permite ser eso que no me atrevo a ser. La ficción ha sido una herramienta para descubrirme y también para desacostumbrarme de mí”. ¿Será que el personaje es una versión de quien lo interpreta? Y de nuevo, la misma cuestión ontológica que no busca respuesta, ni siquiera a lo largo de la historia: “A fin de cuentas, ¿quién soy?”
Cabe decir que en el oficio actoral esta interrogante cobra mucha relevancia (obvia, pero asombrosa) y la duda abre un abanico de posibilidades en cada nuevo proyecto, algo así como decir: No sé quién soy, ergo puedo ser cualquier cosa. Alberti piensa una palabra, cavila, y finalmente suelta: “Soy un playmobil”. Diría que busca hacernos entender que los seres humanos somos eso, pequeñas figuras con una gran capacidad de adaptación a las circunstancias que vivimos; a cada desafío; a cada giro de guion que se nos presenta en la vida. Lo mejor, y por añadidura, viene después, palabras del actor modo pasos en la azotea: “A veces, tengo mucho miedo y a veces no sé cómo le voy a hacer, pero me digo: sólo hazlo”. Hay muchas maneras de hacer las cosas, pero que todas convergen en “lo que uno se dice a sí mismo”. Y luego, hace una pausa como queriendo decir: Y tú, ¿qué te dices tú a ti mismo?
Metrajes en busca de sentido
La forma de abordar el séptimo arte para Harold Torres es simple: crear, interpretar y resistir. No tiene reparos en confesar que ha interpretado a gente más inteligente que él y a gente más valiente que él. Igual nosotros, Harold. La actuación, así como la existencia, es una forma de vida llena de contradicciones. Todos los personajes tienen una intención, pero luego hay algo que los rebasa. “Cuestionarse la fe, por ejemplo, o preguntarse si una persona puede ser bondadosa y una bestia al mismo tiempo, son algunas de los interrogantes que nos hacemos”, cuenta. La dualidad constante, quiero decir, la cualidad y su contraparte. El actor sabe que cada personaje termina por revelar algo de su esencia.
En sus primeras películas, Harold hizo de migrante, después de chico malo. Recientemente ha interpretado en varios trabajos el rol de policía. Asume que el tono de piel es tema clave porque el cine es una representación de nuestra realidad. El actor, de talla internacional, trata de no hacer siempre lo mismo, pero reconoce que el cine comercial está ganando mucho terreno, y como en todo, “hay de buena y de mala calidad”. Sigamos el camino de un entretenimiento inteligente y comercial, pero con fundamento. Y hablando de lo comercial y persuasivo, y aunque pueda parecer paradójico, reconoce que algunos actores no son necesariamente extrovertidos y verbeneros, sino que “somos poco sociables y preferimos estar lejos del bullicio”.
La contribución fílmica de Felipe Nájera se ha cocinado a fuego lento. Nos comparte en Butaca 39 grandes lecciones aprendidas a golpe de ímpetu, pero hay una que merece la pena destacar: “En la vida no hay más proyecto que estar”. El escritor, director y actor chihuahuense formado en las tablas del cabaret, logró cambiar un estatuto fundamental que, brevemente, dicta así: “Nadie podrá discriminar a nadie”. Ah, qué legítimo éxito. Su participación activa en la defensa de los Derechos Humanos y la voluntad férrea de un cambio social lo sitúa en la lista de actores activistas que buscan generar conciencia. Inquieto y revolucionario por naturaleza, suma 35 años de interpretar a La Doña, la icónica María Félix. Por boca de ella nos lanza esta pregunta: “¿No es la vida un combate, una terrible batalla?” La cercanía del podcast permite sincerarse: “No soy ni mejor ni peor. Yo me he tropezado mucho”. Una aceptación que nos recuerda cuántas caídas juntamos el género humano. Vida y Cine, tremenda conjunción. Y planeando sobre todo y como si nada, el Amor, así con mayúsculas: su hija y su esposo dando sentido a la existencia de lo primordial.
Concluyó la 4ª temporada de podcast, Butaca 39. Acopio de voces cinematográficas que buscan abonar al poder narrativo y humano con su sensibilidad. La dedicación, la veracidad y la conexión con el público contribuyen a esta profesión fílmica que es, en muchos casos, espejo de la realidad. Escuchar las reflexiones de sus protagonistas nos obliga a reconsiderar su papel de entretenimiento. Tocan a nuestra puerta preguntas sin respuesta que trascienden el embate de lo superfluo: ¿quién soy?, ¿algún día seré yo mismo y no la suma de los demás?, ¿qué esperan los otros de mí? El cine es identidad, aún con sus pequeños agujeros de incomprensión.
Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022.
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