La obra de Heredia titulada Mi vida en el recuerdo, contiene pasajes de gran interés de cómo la vida cotidiana de este rincón del oriente de Michoacán

Alejandro Vargas

Gracias a los documentos que se resguardan en el Archivo Histórico del Poder Judicial de Michoacán, el Archivo Histórico Casa Morelos y el legado del Profesor Rubén Heredia Bucio, contamos con información que nos permite reconstruir el pasado de Ucareo en el periodo de la Revolución Mexicana. El contexto político, económico y social se auxilia con valiosos aportes a la historiografía para poder comprender los diferentes intereses, autores y etapas que lo conformaron. La obra de Heredia titulada Mi vida en el recuerdo, contiene pasajes de gran interés de cómo la vida cotidiana de este rincón del oriente de Michoacán se vio interrumpida por el constante ingreso de las gavillas de revolucionarios y bandoleros que operaban bajo las banderas del zapatismo y villismo principalmente, además de soportar a las tropas de Victoriano Huerta. Estas historias se repitieron en todo el Estado con sus propias particularidades, desencadenando muertes, saqueos, violaciones y hambrunas por la escasez de alimentos derivado de la falta de trabajadores en los campos agrícolas y en las zonas ganaderas.

Para este periodo, los pobladores de Ucareo se dedicaban a la explotación de los bosques, a la agricultura, la recolección de frutos y en menor medida a la ganadería y al comercio; el oficio de la herrería lo desempeñaron Casiano Sánchez Correa y sus hijos, la familia Pasindo se dedicó a la elaboración de cobijas de lana y los Ontiveros hacían vigas de madera. Las tiendas más surtidas fueron “El Centro Mercantil de Maravatío”, la de la familia Soto ubicada a un costado del acceso al atrio parroquial, la de don Antonio Aguilar, María Suárez y la del español Bernabé Cimadevilla. En los portales de la plaza del pueblo había una carnicería, la platería de la familia Bucio Pérez, una zapatería y estaba la botica “María Auxiliadora de la Salud”. Todavía no se olvidaba la terrible muerte del Padre Torres, el trágico destino de Josefa Bucio a quien se le derramó el petróleo de su lámpara y falleció en plena calle mientras pedía ayuda, cubierto su cuerpo en llamaradas de fuego; las novedades se reducían a los nacimientos de infantes, los enlaces matrimoniales o lo que ocurría en la villa de Acámbaro y la ciudad de Celaya, que eran los principales puntos mercantiles para Ucareo y las rutas para la venta de la madera junto con Santiago de Querétaro. No hacía mucho tiempo que el sacerdote Ignacio Munguía había terminado de fincar la famosa “Quinta de Guadalupe” en una calle deshabitada de la parte poniente del pueblo.

Sin embargo, el 22 de junio de 1913, los zapatistas entraron a Ucareo y asesinaron a don Antonio Aguilar y a otras dos personas de la Hacienda de San Joaquín Jaripeo. A partir de ese momento, fueron constantes los asaltos y asesinatos en la zona, donde las tropas del gobierno de Huerta, se llevaron de manera forzada a varios vecinos de la comunidad. Los villistas se apoderaron de la región en 1916, establecieron su centro de operaciones en la sierra de Los Azufres, exactamente en Marítaro y desde ahí se dirigían a las haciendas del Sauz y San Joaquín para extorsionar a los dueños. En Ucareo acostumbraban reunirse en el “Mesón de las Cuatro Esquinas” perteneciente a Josefita Muñoz, pero un día las tropas del gobierno los encontraron incendiando inmediatamente la construcción que era de dos niveles, dejando como saldo un fallecido calcinado y a los siguientes días los villistas mataron a Magdaleno Mendoza Óregon ahorcándolo en un fresno de la plaza del pueblo.

Con todo lo ocurrido, la gente había dejado de trabajar en los campos y en el corte de maderas en los bosques; los dueños de los comercios optaron por cerrarlos y varias familias decidieron huir de la comunidad para refugiarse en las villas de Acámbaro o en Hidalgo, la antigua Taximaroa, entre ellas los Santoyo, los Santillán, Jurado, Morales, Espino, Moncada, por mencionar algunos. En los interiores de las casas, las personas que se quedaron hicieron agujeros para esconder a sus hijas, como la familia de Trinidad Guzmán y María de Jesús Coss, quienes temían que sus integrantes se sumaran a la lista de señoritas que tomaban los bandoleros, quienes eran comandados por José Altamirano Dávalos, que se decían ser seguidores de Pancho Villa. Al año siguiente ya no había alimentos, la problemática la enfrentaron tanto ciudades, pueblos y villas, a esto se le sumó la llamada Gripe Española de 1918, que asoló a varias poblaciones de Michoacán, entre ellas Ucareo. Casas y negocios saqueados, la producción de la hacienda de San Joaquín Jaripeo había disminuido en gran medida, los últimos ataques se registraron en los alrededores del pueblo, algunos llevados a cabo por el grupo de “Los Polos” quienes amenazaron en varias ocasiones al jefe de tenencia Irineo Heredia Soto y al dueño de la hacienda de El Sauz, Waldemar Julsrud Walden, sin contar con la protección del gobierno pese a la ayuda solicitada. Finalmente, las familias fueron regresando al pueblo gracias a la promulgación del Plan de Agua Prieta y el debilitamiento de los villistas, que dio paso a la adhesión del proyecto por parte de algunos cabecillas del movimiento en el oriente del Estado,pacificándose la región.

Fuentes de consulta:

HEREDIA BUCIO, Rubén, Mi vida en el recuerdo, Morelia, Michoacán, UMSNH, 1987.

PÉREZ ESCUTIA, Ramón Alonso, La Revolución en el Oriente de Michoacán, 1900- 1920, Morelia, Michoacán, H. Ayuntamientos Constitucionales del Oriente de Michoacán, 2005- 2007, UMSNH, Morevallado Editores, 2005.

VARGAS SÁNCHEZ, Alejandro, El impacto de la Revolución Mexicana en la microrregión de Ucareo, Michoacán, 1910- 1920, Morelia, Michoacán, Editorial Morevalladolid, 2014.

Alejandro Vargas Sánchez, originario de Ucareo, Michoacán, es Licenciado en Historia por UMSNH. Maestro en Historia del Arte de la Universidad de Morelia. Sus investigaciones están centradas principalmente en el arte y la religiosidad de la época novohispana. Se ha desempeñado como promotor cultural, director del Museo Felipe Rivera de Zinapécuaro y es miembro del grupo Mechoacan Tarascorum.